Esta es la visión no ya de un alcalde, alcalde de Blanes, sino de un edil socialista. Partidario del referéndum, y de la independencia también. Renegó de ella es verdad con extraordinaria vehemencia, pero todas sus declaraciones en esta emisora indicaban exactamente los contrario.
En Cataluña se trabaja y en Andalucía se vive, o se torea, era su mensaje no subliminal, sino preliminar. Y apeló a sus orígenes alpujarranos para demostrarlo. De tal forma que a Miguel Lupiáñez, ese apellido no es del Ampurdá, representa mejor que nadie la estirpe del converso. Y blande mejor que nadie la doctrina del soberanismo adaptativo.
Los catalanes son diferentes. Porque tienen valores, nos dijo. Y porque sacrifican la calidad de vida al nivel de vida, sobrentendiendo que no van a pagar ellos los bostezos de los cartageneros o las peonadas de salón de los sevillanos.
Ni se les va a negar el derecho a la democracia. Que, por lo visto, es votar un referéndum trucado. Y que consiste, por lo visto, en acordonar la pureza de un pueblo superior, o como mínimo distinto, igual que decía Arzallus del RH vasco y de la originalidad étnica.
Se incendiaba Lupiáñez en su propio delirio. Y acudíamos los tertulianos y el propio Alsina a socorrerlo, ayudándole a desmentirse. ¿No habrá usted querido decir? Y sí, sí había querido decirlo, incluso se recreaba en el proceso de evacuar una amalgama de nacionalismo, racismo, clasismo, xenofobia que le deberían obligar a dimitir.
Y que, muy al contrario, le convertirán en punta de lanza del socialismo desnortado. Si Lupiáñez representa al PSC, no veo la hora, Alsina, de que encuentres un alcalde de la CUP, si es que no va a terminar siéndolo Lupiáñez.