EL INDULTADO DE RUBÉN AMÓN

Rubén Amón indulta al gimnasio postraumático: "Es un lugar alienante, un delirio sadomasoquista"

Querido oyente, es muy probable que hayas incluido en tu lista de compromisos y buenas intenciones el regreso al gimnasio. Y es probable incluso que hayas experimentado la primera sesión del reencuentro.

ondacero.es

Madrid |

En ese caso, tendrás la impresión de que las máquinas están trucadas. Porque cuesta más domarlas, hacerlas ceder. Y porque el tiempo transcurre muy despacio. Y porque tu precariedad física, fomentada en los descuidos del verano, incita a procurarte la idea de una conspiración.

Los aparatos, créeme, no son el problema. Están como estaban y funcionan como funcionaban. No ya las máquinas de pesas. O la cinta de caminar que Rajoy ha convertido en modalidad jubilata, sino el espejo.

Porque el espejo es en realidad el aparato fundamental, diríamos totémico, de cualquier gimnasio. Para el narcisismo exacerbado de unos. Y para la depresión de otros. Especialmente en estas fechas de expiación y de tormento.

Dicen los nutricionistas que llegamos a coger cinco kilos en verano. Una especie de lastre físico y psicológico que ejerce toda su pesadumbre cuando reaparecemos en el gimnasio con los músculos contracturados. Y lo hacemos provisto des música, de tablets, de placebos al aburrimiento que incorpora el gimnasio en su despiadada rutina.

Hay que procurar ir a deshora. Cuando no hay gente. Cuando está cerrado, incluso. Prevenirse de los espasmos de los culturistas. De la galería de los tatuados, que parecen paramilitares serbios. Del estruendo de las clases de spinning, por ejemplo, donde los ciclistas obedecen al patrón como remeros de un barco inmóvil. De la música ambiental, en su percusión bacaladera. Y prevenirse del peligro que supone aspirar a eliminar en un día la grasa contraída en dos meses.

No, la báscula no miente. Se la puede tratar de engañar pisándola como si fueras una bailarina ingrávida. Pero no te engañes. Has cogido peso. Va a ser muy difícil soltarlo. Y sabes que volver al gimnasio cuesta mucho el primer día, pero no digamos los siguientes.

Capitulad, no pasa nada. El gimnasio es un lugar alienante, un delirio sadomasoquista, una secta exhibicionista, un espacio que oculta el elixir de la eterna juventud y que restriega, a estas edades, la ridícula ambición del cuerpo perfecto.