Se trata del independentista no nacionalista. Lo repito, independentista no nacionalista. Quiere decirse que la causa de la independencia aglutina en su grey a sujetos y sujetas que discrepan del discurso identitario, de los mitos fundacionales, del fervor a Els Segadors, de las flores a la estatua de Casanovas, pero que reivindican la ruptura, la soberanía, en la ilusión no de un estado antiguo que quiere su territorio propio, sino en de un estado nuevo a estrenar.
Sería la oportunidad de realizar en él todas las ansias de la patria ideal. Un país ecológico y guay, con políticas de verdaderas izquierdas, muy social, muy solidario, donde reine la paz y el amor. Y donde no quepan las limitaciones que muchos catalanes observan en el vínculo con España. El lema para ellos no es España nos roba. Es España nos frena.
Y surgen así los indepes no nacionalistas. A quienes agota el fervor sentimental y folclórico de la remota patria catalana tanto como a vosotros, y a quienes ilusiona la idea de una Arcadia donde Cataluña pueda desarrollarse en la plenitud. O sea, que a la independencia no se llegaría por el camino de la identidad, de la raza, de la lengua, sino por el camino de la izquierda, del pragmatismo.
Se entiende así que los indepes no nacionalistas, no confundir con los indepes anticapis, provengan de PSC y del PSUC. Que lo hagan de la imigración. O que hayan visto en Ada Colau su madrina. O que hayan recalado en ERC en adhesión no al lastimero discurso de la indentidad, sino por identificación literal con las siglas: Esquerra, Republicana de Cataluña.