Procedo al indulto de Alberto Casero, víctima de un encarnizamiento político y mediático que han degenerado en el bullyng, en un tratamiento degradante, hasta el extremo de que, puestos a reprocharle, se le reprocha la obesidad y las gafas. Se le trata de borrachín y de pornógrafo. Y se le describe como la mano derecha de Teo García Egea, como si pudiera haber más derecha a la derecha de Teo.
Me he propuesto hacerme una camiseta en la que pueda leerse Je suis Casero. Y significar así la causa de los humanos que flaquean en el momento decisivo. Cardeñosa fallando a puerta vacía contra Brasil. Aldrin mirando desde la ventanilla el suelo de la Luna después de haber alunizado.
Me pregunto, en realidad, cuántos errores han sido el origen de mejores proezas. Colón no quería descubrir América, sino desembarcar a las Indias. Igual que a Isaac Newton le cayó sobre la cabeza la ley de la gravedad.
No es que Casero pertenezca a semejante categoría de genios, pero su error representa la gran paradoja subcosnciente del PP. Casado tenía que haber apoyado la reforma y hasta apropiarse de ella, pero el obstruccionismo, las elecciones del 13F y el pavor a VOX precipitaron que Casero terminara convirtiéndose en un patriota.
Ha inaugurado incluso un nuevo género parlamentario. El caserazo. Se trata de cometer un error que engendra un acierto. Los baloncesteros sabemos que Pedro Ferrándiz ordenó Alocén que anotara una canasta en su propio aro para evitar una prórroga que el Madrid afrontaba en extrema precariedad. Ya habría tiempo de recuperar la desventaja en el partido de vuelta, como luego sucedería. Tiene gracia recordarlo porque el pasado 18 de enero se cumplieron 60 años de aquella extravagancia.
Señor Casero, aquí tiene mi indulto y mi solidaridad. No es que usted sea el fontanero de Génova, como se dice en sentido más literal que metafórico. Ni el único soldado que desfila correctamente en la soldadesca. Lo que es usted es el antihéroe que necesitaba la política para convertir una locura en la mejor demostración de cordura. Cordura con c. No le llamaré yo a usted gordo.