Vamos a indultar a Berlusconi, que es como indultar a Barrabás en estas fechas tan señaladas. Y no seré yo quien abuse de las analogías del Cavaliere y la Pasión en la resaca de la Semana Santa. De eso ya se ocupaba su aliado más leal. Su báculo político. Su amigo Gianni Letta. Dice Letta que felicitemos a Silvio en las fiestas pascuales y añade que Berlusconi ya ha emprendido el camino del renacimiento, cuando no de la resurrección.
De tal manera que el magnate italiano redondearía su fertilísima ejecutoria con el regreso de ultratumba. Desahuciado como estaba, entre la leucemia, la pulmonía, los 86 años y las secuelas de la cirugía plástica.
Igual tenía razón su médico de confianza cuando aseguraba que Berlusconi era prácticamente inmortal desde el punto de vista inmunológico. Y es verdad que existen otros puntos de vista, pero mucho nos tememos que la convalecencia del caníbal italiano en el hospital San Raffaelle de Milán representa acaso el último ejemplo de la opacidad informativa y de propaganda eufórica.
Se trata de anestesiar a la sociedad con la expectativa de una proeza sobrenatural. Y de rematar la hagiografía del Cavaliere con la absolución del juicio final, pero no resultaría sorprendente que el sacerdote llamado a administrarle la extrema unción terminara encontrándose en la obligación de practicar un exorcismo al paciente.