No teníamos en España demasiado conocimiento ni noticia de Giorgia Meloni hasta que prorrumpió en un mitin de Vox con ocasión de las últimas elecciones andaluzas. Tranquilos, no voy a poner otra vez su visión de la sociedad y del mundo.
La primera mujer de la historia que alcanza la jefatura del Gobierno en Italia.
La primera mujer y la menos feminista, al mismo tiempo. Ya habéis escuchado el modelo de sociedad que defiende. Podría resumirse en el lema Dios, patria y familia.
Meloni necesita resarcirse del trauma que supuso la fuga de su padre a Canarias cuando era pequeña, aunque el aspecto más estrafalario de su trayectoria consiste en su devoción a los hobbits y en la extrapolación política de la aldea donde habitan.
Es menuda, como los personajes de Tolkien. Y se parece a ellos en la defensa del terruño, de las tradiciones. Y en el recelo correspondiente a la globalización. La aldea local contra la aldea global.
Defiende el honor del pueblo saharaui, por ejemplo. Y por ejemplo considera que Italia debe involucionar al mito de la mandolina y el matriarcado. Nadie mejor que ella para implicarse como la referencia populista. La mamma de Italia con sus melones. Y no es un comentario machista, sino la manera en que ella se expuso en la imagen más radical de su campaña. Con dos melones colocados en el pectoral.
Meloni ha moderado su discurso durante la campaña para no asustar al votante conservador, pero la verborrea marbellí que habéis escuchado demuestra, que si sí que si no, demuestra digo que Orbán ya tiene pareja de baile en las cloacas de Europa.