Poneos en la piel del presidente chino, que es mucho ponerse. Con ello no quiero decir que queméis un periódico o que segreguéis a un gitano. Poneos en la piel del presidente chino, Xi Jinping. Y valorad el desconcierto que le provoca que una guerra mundial pueda malograrle sus JJOO de invierno.
Sobre todo porque los ha organizado para blanquear la imagen del régimen. No cabe mejor metáfora que la nieve. La pureza del color blanco es como un sudario que esconde el cadáver de las atrocidades. No ya las más convencionales, que si la libertad de prensa, que si los derechos humanos, sino el genocidio de la minoría uigur.
Que es la razón por la que varios países, EEUU, Canadá, Reino Unido, han organizado un boicot diplomático a la Olimpiada invernal. Boicot diplomático quiere decir que no asisten las delegaciones gubernamentales pero sí los atletas. Cuando debería ser al revés. La manera de sabotear los Juegos es impedir que acudan los deportistas, pero ocurre que nadie se ha atrevido a hacerlo no vaya a responder China con un verdadero boicot integral, con una represalia económica y financiera. Leíamos el otro día que la patria de Xi Jinping es acreedora de al menos el 5% de la deuda de todos los países dotados de una mínima corpulencia.
Nos tiene cogidos China por la carótida. Y no creo que le consienta al compadre Putin que se atreva a malograrle los JJOO de invierno. Se le estropearían todos los planes propagandísticos y geostratégicos. Y se le organizaría una competencia deselal, cuando la razón de ser de Beijing 2022 consiste acaparar los informativos del planeta y exponer la vanagloria de la potencia asiática.
Por eso tiendo a pensar que la guerra puede esperar. No ya al término de la Olimpiada convencional, el 20 de febrero, sino al 13 de marzo, cuando lo hacen los Paralímpicos. Y cuando Xi Jinping decidirá si hay guerra, qué tipo de guerra y de qué manera va a ganarla China.