Procedo al indulto de Manuel Hernández. Y es posible que necesitéis algunas aclaraciones. Empezando por las patillas y el chaleco amarillo que lo identifican. La ropa de marca con que aparece en algunos vídeos.
Y la ubicuidad que ha adquirido en los espacios televisivos, normalmente recortado en la ventana de Skype y vehemente en sus explicaciones, con un contrapicado que no le favorece.
Estamos hablando del presidente de la Plataforma Nacional para la Defensa del Transporte.La creó él mismo hace 15 años. Y no es la que orgánicamente representa a los compañeros del camión -ni los autónomos ni los asalariados-, pero se ha convertido en el altavoz de la indignación y en la opción, paradójica y mediáticamente, más representativa.
Otra cuestión es que lo ningunee el Gobierno. Y que se le retrate como un ultraderechista y un apéndice de VOX, aunque Manuel Hernández se despoja de las etiquetas y se define a sí mismo como un apolítico.
No le creemos. Ni lo demuestra. Me refiero a que Manuel Hernández ejerce la política desde el momento en que expone sus reivindicaciones. Y desde el instante en que él mismo organiza las movilizaciones, incluso aquellas que han degenerado en sabotajes y escenas violentas. Y que han paralizado la actividad de otros sectores.
Se siente fuerte Hernández. Ha logrado la adhesión de sus compañeros. Y es consciente de que los camiones pueden paralizar un país. Que se lo digan a Jimmy Hoffa, líder sindical de los camioneros americanos entre los cincuenta y los setenta, contrapoder del Estado y figura pop a la que revistió de glamour y carisma Al Pacino El irlandés. No hace falta traducción.