“Elevar a la categoría de normal lo que la calle es normal”. Tenía razón Íñigo Errejón este martes cuando evocaba un aforismo de Adolfo Suárez para recomendar la legalización del cannabis. Lo mismo podría decirse de la prostitución, pero ocurre que cualquier expectativa de normalización se resiente del pacto proteccionista y moralista que han urdido el PP y el PSOE. Se lo bendice la Iglesia. Y se ampara en el consenso de… VOX.
Es la razón por la que se malogró en el Congreso el proyecto de homologar la marihuana. Se consume de manera elocuente. Y forma parte de un hábito “clandestino” que escapa al control sanitario -a la salud pública- y beneficia al crimen organizado, pero la hipocresía bipartidista de socialistas y populares consolida un enfoque represivo inequívocamente paternalista y estéril.
Igual que despenalizar el aborto no significa prescribirlo ni recomendarlo, legalizar algunas drogas no implica hacer apología de ellas. Supone, como mínimo, promover una variante al fracaso de la legislación y al efecto contraproducente de las redadas policiales, en ambos casos impotentes a la ferocidad del mercado negro y a la evidencia de las costumbres domésticas.
La hipocresía bipartidista de socialistas y populares consolida un enfoque represivo, paternalista y estéril
El objetivo pragmático consiste en plantear soluciones efectivas y responsables; de tutelar la libertad individual; y de adoptar consideraciones tan prácticas como la seguridad de las sustancias y el desafío al narcotráfico.
España figura entre los estados que fingen resolver el problema desde medidas coercitivas. No sólo cuestionando los programas de desintoxicación, sino insistiendo en el criterio recaudatorio de las multas y perseverando en la persecución, de forma que las mafias encuentran el hábitat idóneo para reproducirse e “intoxicar” el mercado paralelo a su antojo.
Tenemos en Celtiberia un problema de hipocresía. Tómese como ejemplo la indulgencia cultural hacia el alcohol. Y la existencia de un mercado clandestino que sería transparente en condiciones de mercado convencionales. Podría despojarse a la policía del sobreesfuerzo de una batalla quijotesca. Y se desmoronarían los criterios morales que disimulan el fracaso de la penalización. Por eso, ya que no puedo legalizar la marihuana desde este micrófono, me resignaré a indultarla. Y a decir que no conviene consumirla.