No suelo indultar a menores de edad en esta sección de éxito. Pero voy a incurrir en una excepción para airear el expediente de Leonor de Borbón. Que tiene 16 años. Y que desempeña impecable su papel de princesa de Girona y de aspirante al trono.
Es la razón por la que tanto asusta al soberanismo y al republicanismo. La degradación de la Corona que había procurado la fase letal del juancarlismo han encontrado la respuesta y el antídoto en el propio linaje.
Porque Felipe VI ha logrado asear la institución a expensas del destierro paterno. Y porque el porvenir de la monarquía se remite a la pulcritud de la princesa Leonor. Sobria. Carismática en su propia timidez. Y políglota.
No porque hable inglés, francés o chino, sino porque también se desenvuelve con total solvencia en el catalán. Por eso deben pensar los ultras del soberanismo que Leonor es más la niña del exorcista, en su don de lenguas, en la encarnación del íncubo monárquico y en las cualidades de la bilocación.
Guapa y lista. Nótese en el género de los adjetivos. No hace falta decirlo. O sí hace falta, pues ocurre que la coyuntura hipernsensible del feminismo favorece la condescendencia de republicanos y de los indepes. Ya que tiene que haber un monarca. Pues que sea una mujer.
La primera reina española desde que Isabel II fue constreñida a abdicar, aunque es difícil explicar la candidatura de Leonor sin el ejemplo que ha sabido inculcarle la reina consorte contemporánea.Y no me refiero a Sofía de Grecia.