Digo libro y me veo en la obligación de recordar que Amazon empezó siendo una librería a domicilio. Y siendo consciente de que los libros son ahora la expresión minúscula del imperio de Jeff Bezos. No significa que haya disminuido el negocio de la lectura.
Todo lo contrario. Amazon reúne una biblioteca de 32 millones de títulos diferentes. Acapara el 50% del mercado en papel. Y el 70% de los formatos digitales, pero los libros ya son un fetiche del gran monopolio cultural que representa el coloso. El valor en Bolsa de Amazon equivale al Producto Interior Bruto de España.
Y terminará superando al de cualquier potencia, más todavía cuando el confinamiento que ha supuesto el coronavirus ha llevado aún más lejos el hábito de recibir en casa un paquete de cartón cuya apertura en cremallera ofrece sensaciones para-orgásmicas.
El propio Bezos ha contratado 175.000 mensajeros nuevos para responder al abastecimiento. Y ha reforzado su equipo de imagen para defenderse de quien le reprocha haber propagado un monopolio devastador para el pequeño comercio de barrio y las grandes superficies.
Bezos representa un imperio geoestratégico en continua fase de expansión. Controla los camiones y las motos de reparto igual que invierte en logística, inteligencia artificial y proyectos aerospaciales, de tal manera que el primer habitante de Marte, cuando lo haya, recibirá la visita de un cartero con un paquete que contiene un póster con la imagen de la Tierra.