Madrid |
Eran otras las ambiciones de su aterrizaje. Albert Rivera lo fichó como se ficha a un galáctico. Un hombre de éxito en representación de la sociedad civil. Un liberal forjado en Estados Unidos. Y un millonario que no venía a la política para ganar dinero, sino para enseñarnos a pescar.
De hecho, Marcos de Quinto se observaba a sí mismo como ministro de Economía. Pretendía trasladar su modelo empresarial a la sociedad española, aunque no conozco muchas empresas en las que haya que gestionar jubilados, menores de edad y desheredados.
La política no te hace rico si eres honesto, pero proporciona vanidad, notoriedad y foco. De Quinto creyó en la magia de Rivera y no ha sido capaz de resistir a su ausencia, de tal manera que su espantá pretende reprochar a Inés Arrimadas haberse entregado a los colmillos de Sánchez.
Es una lectura superficial e infantil que aspira a esconder la manera catastrófica con que Rivera gestionó el éxito, pero no puede decirse que la experiencia política de Marcos de Quinto haya sido un ejercicio de madurez. Un amigo común me dio la clave de la razón por la que el padre de la coca-cola zero emprendió la aventura. Y os aseguro que es muy inquietante. La razón era el esnobismo.