Madrid | (Publicado 20.06.2019 06:00 )
Está soltero. Es abogado del Estado. Y pertenece a los cachorros de Esperanza Aguirre. Es muy popular y muy poco popular a la vez. Porque una cosa es el PP y otra es la fama.
De hecho, a nuestro nuevo alcalde se le tiene a caricaturizar. Porque es bajito. Porque se parece a Milhouse de los Simpsons. Y porque el capitán Ortega Smith estuvo a punto de triturarlo con sus manazas de estibador.
Se ríe de sí mismo Almeida, pero se ríe de los demás. Porque el alcalde es él. Y porque el retroceso del PP en las urnas no le ha impedido derrocar a Carmena. Neptuno, el dios rojiblanco, pudo con la Cibeles.
Simpático y trabajador, de buena oratoria, Martínez Almeida juega al golf y se desplaza en moto. Es cinéfilio de pasión y de linaje, hasta el extremo de que su abuelo, José Luis Navascués, produjo Marcelino pan y vino.
Le viene de familia el catolicismo practicante, aunque Almeida todavía no ha formado la suya. Y ahora se ha casado con Madrid, desenlace carambolesco de un político trivializado por los algoritmos.
Si tecleas su nombre en Google lo primero que aparece es altura. Y lo segundo es estatura. Y lo tercero, alcalde, aunque la competencia de un político, ahí tenéis a Sánchez o a García Albiol, no se mide en centímetros, sino en neuronas.
Veremos cuántas demuestra Martínez Almeida. Y si se atreve a construir un aeropuerto o un almacén nuclear en Madrid Central.