En realidad, lo que mejor define a nuestros médicos y enfermeros de urgencias no es el heroísmo ni la santidad, sino la precariedad y la provisionalidad. Os lo diré de otra manera, casi el 90% de los sanitarios de urgencias de Madrid no tiene un contrato fijo.
He dicho Madrid, pero la anomalía tanto vale para las restantes comunidades autónomas. Y no solo afecta a los médicos de urgencias, también a jueces, a policías, a bomberos, pero digamos que estos representan la punta de lanza y el espectro más sensible.
Hay médicos de urgencias -y enfermeros- que llevan 20 años de interinidad. ¿Cómo una interinidad puede prolongarse 20 años? Resulta que en Madrid no se convocan plazas de urgencias desde 2001, de manera que la inmensa mayoría de nuestros héroes y santos y mártires pueden ser despedidos mañana sin derecho a indemnización.
No es solo una anomalía. Es una situación ilegal que ya ha cuestionado y sancionado la justicia comunitaria y que exige a la Administración española un ejercicio de normalización. Se trata de homologar a los sanitarios de acuerdo con lo que ya son, reconocerlos como funcionarios. Hacerlos fijos.
Ni siquiera aceptan examinarse. No solo porque las plazas de urgencias llevan veinte años sin convocarse y están abiertas a todos los profesionales, sino porque el concurso podría desarmar todos los equipos y servicios que se han consolidado en las últimas décadas.
Cualquier estudiante salido de la facultad puede saberse mejor la teoría que un médico diez o quince años especializado en urgencias. ¿He dicho especializado? Miento. España y Chipre son los únicos países de Europa donde las urgencias no son una especialidad. Nos gusta más que sean santos, mártires, héroes, pero no médicos con derechos ni dignidad.
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