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Rubén Amón indulta a los niños: "Estábamos cerca de la tentación del infanticidio que del baby-boom"

Voy a indultar a los niños. Y a la resignación y paciencia con que han resistido cinco semanas de confinamiento. Todavía les queda una para salir a la calle. Y para experimentar la sensación de una suerte de permiso penitenciario. Prematuro, precoz, pero también descriptivo de una insólita privación de libertad a la que van a poder sustraerse los menores de 12 años. Y de manera ordenada, a la vera de un adulto.

Rubén Amón

Madrid |

Es una buena noticia para ellos. Es una buena noticia para sus padres. Y es una mala noticia para los mayores de 12 años, excluidos de la medida de gracia porque el límite bajo estudio establece una especie de criterio hormonal. Y porque se supone que nuestros jóvenes tienen más recursos para relacionarse tecnológicamente con los amigos.

Ya lo hacían antes del confinamiento. Ya se organizaban y comunicaban en los juegos online. Un entrenamiento preventivo que les ha permitido reaccionar al arresto domiciliario con mayores garantías, aunque no son fáciles de gestionar los adolescentes en el espacio doméstico. Porque es el territorio de la tiranía que ejercen los padres. Y hacen bien estos últimos en exhibir galones. No me canso de decir que una casa no funciona con reglas democráticas. Tampoco un ejército. Ni una Iglesia.

Es una buena noticia el regreso de los niños a las calles. Por la salud de la propia sociedad. Y porque la extraña distopía que estamos viviendo tiene como expresión más inquietante la sola presencia de adultos en las calles, más o menos como si los niños no existieran, estuvieran ocultos, los escondiéramos en la clandestinidad. Parecía la alegoría de una civilización camino de extinguirse.

Y entiendo la satisfacción de los padres. Mucho se ha dicho que estos tiempos eran propicios para el baby-boom, pero creo que estábamos mucho más cerca del síndrome de Medea y de la tentación del infanticidio.