Atípico porque tomó la alternativa mayorzón, 26 años. Porque quiso terminar los estudios universitarios -Administración y Dirección de Empresa- antes de consagrarse a la tauromaquia y porque ha toreado muy poco, apenas seis tardes en la temporada pasada.
De hecho, comparecía el pasado viernes en Sevilla como sparring y convidado entreMorante de la Puebla y Roca Rey. Una víctima sacrificial entre la lírica de uno y la épica del otro. Un tal Aguado, como decían los espectadores menos avezados. Y que no oyen Onda Ruedo.
Luego sobrevino el acabose. La revelación. La aparición. Y no os voy a hablar de toros, sino de las reacciones del tendido. Miradas de incredulidad. Abrazos entre desconocidos. Invocaciones a los cielos. Afonía de tanto gritar ole. Y corrillos de noche y de madrugada en los aledaños de La Maestranza. La feligresía no quería alejarse del lugar del milagro.
Y compartía la experiencia para corroborarla. Y hurgaban los aficionados en la memoria para colocar la faena de Aguado entre las mejores nunca vistas. Que si no se puede torear más despacio. Que si la naturalidad. Que si la madre que lo parió.
El niño torea el sábado en Las Ventas, ya voy avisando, porque mañana empieza la feria de San Isidro, aunque conviene aclarar que los milagros no se producen todos los días. Por eso son milagros.