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Rubén Amón indulta a Pablo Casado: "No le queda bien la barba, cada vez se parece más a Alberto Garzón"

Convendremos que no le queda bien la barba a Pablo Casado. Parece artificial, postiza, como postizo parece el esfuerzo de despojarse de su aspecto adolescente. Casado quiere pasar de voz blanca a barítono. Y ha elegido la barba como camino de iniciación.

Rubén Amón

Madrid |

Quizá es la manera de postular la hombría. Y de medirse con la virilidad de Santiago Abascal, aunque el líder de Vox esmera mucho más el símbolo. Le dedica tiempo y atenciones. Y representa a la vez el ideal legionario como la connotación religiosa.

Una barba afilada la de Abascal frente a la perilla mustia de Iglesias. Antonio Burgos la comparaba con un Cristo de la Semana Santa, aunque debe desconcertarle al líder de la ultraderecha que su aspecto barbudo recuerde al de un jeque árabe o al de un emir.

La barba de Casado es en cambio precaria y circunstancial. Se diría que aprovechó la dejadez del verano para dejársela. Que se ha gustado después del tercer día. Y que ha decidido cambiar su imagen para abjurar del golden boy. Más severo y adulto parece mostrarse Casado con su nuevo atributo.

Es antigua la relación entre la barba y la virilidad. Que se lo digan a Hércules. Y que se lo digan a los emperadores romanos desde que Adriano la estableció como atributo de la fuerza y de la sabiduría, aunque decía Dión Casio que era un truco para esconder las cicatrices.

Quizá Casado pretende esconder su aspecto juvenil. Mostrarse más autoritario y creíble en su papel de autoridad, heredar el atributo marianista, pero no termina de funcionarle la estrategia. Hubiera sido temerario convertirse en un hipster, pero la maldición de Casado consiste en que cada vez se parece más a Alberto Garzón.