Madrid | (Publicado 03.05.2019 09:37 )
Es una de las ventajas de no tener sobre la espalda el peso de la identidad. Los madrileños tenemos carácter, hacemos las cosas por nuestros huevos, nos recreamos en la chulería, pero el madrileñismo consiste en el vacío identitario.
Por eso es la capital y la comunidad lugares tan abiertos. No pedimos el carné a nadie, como decía ayer la aspirante a la alcaldía Villacís. Y tiene razón, estas tierras madrileñas prosperan gracias a la mezcla de procedencias.
Yo mismo, hablemos un poco de mí, soy de padre vasco, de madre canaria. Y de hijo italiano, pero ocurre que semejante heterogeneidad no contradice ni la pasión al Atleti ni la vivencia del madrileñismo como un concepto de apertura al foráneo.
Porque hay muy pocos madrileños de pura cepa. Y porque los madrileños ni no sabemos el himno, ni la letra. Por no saber, no sabemos quién es nuestro presidente. Preguntadlo si no. A ver cuántos saben que se llama Pedro Rollán.
Quizá fue un error echar a los franceses, qué os puedo decir, donde esté Pepe Botella que se quite Ana. Y deberemos ir admitiendo que nuestra ciudad, lo que es bonita, no lo es mucho, pero tengo una amigo catalán, muy catalán, que ha encontrado en Madrid el hallazgo de la ciudad perfecta.
Lo que me dice es que cuando le satura el soberanismo, la presión independentista, el folclore de la diferencia, sale de casa, pasea por Madrid. O por Madrit. Y, atención, se vacía de identidad.
Pues es eso. La identidad de Madrid se la damos todos. Por eso Madrid es el camino más corto para ir al cielo.