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Rubén Amón indulta al Rey Juan Carlos: "Se retira el patriarca porque puede y debe hacerlo"

Juan Carlos I vuelve a abdicar. ¿Otra vez? Sí, otra vez. Renunció a la jefatura de Estado en beneficio de su hijo el 2 de junio de 2014, pero la retirada definitiva, prevista el miércoles, implica despojarse de cualquier responsabilidad subsidiaria, atmosférica, o de cualquier papel institucional, más o menos como si hubiera decidido emprender el camino de Ratzinger en el Vaticano. Benedicto XVI "desapareció", se abstuvo de desempeñar un papel incómodo de pontífice ausente-presente.

Rubén Amón

Madrid | (Publicado 03.06.2019 09:52 )

Juan Carlos Iera el padre del rey, del mismo modo que era el rey padre, una figura de la mitología constitucional cuya misión termina cuando el heredero ha demostrado volar sin que proceda temerse el desenlace de Ícaro en la emulación de Dédalo.

Se retira el patriarca porque puede y debe hacerlo. Y porque las obligaciones protocolarias agotaban la expectativa de una jubilación en embarcaciones de recreo, celebraciones taurinas y cuadrillas de viejos amigos. Incluidas las excursiones a las satrapías del Golfo que tanto indignan a Pablo Iglesias.

Tiene ya 81 años el Rey, aunque el motivo de la capitulación de la vida pública no obedece a los especulativos motivos de salud. La prueba está en la asiduidad con que ha acudido estos días a la feria de San Isidro. Un hábitat propicio a sus aficiones pasivas que le han permitido reconocerse en la devoción de los toreros y en el las ovaciones cariñosas del público.

Sucedió ayer en la plaza de Aranjuez, escenario estival de la segunda abdicación cuya letra pequeña resuelve al mismo tiempo las incomodidades que suscitaban los conflictos de sobre-representación monárquica.

Le disgustó a su majestad, por ejemplo, que no se le hubiera invitado a los actos oficiales que conmemoraron hace ahora dos años el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas.

Le irritó al monarca asistir por televisión a la proeza que él mismo había protagonizado, del mismo modo que se produjeron otros episodios de colisión protocolaria, no por despecho hacia el Rey emérito sino por la misma peculiaridad que se localizaba en el Vaticano: dos papas en convivencia y coexistencia, pero solo un anillo del pescador.