Es un contratiempo al proyecto desnortado de Albert Rivera. Y un punto de colisión entre el modelo cesarista y el del escrutinio democrático.
La hinchada castellano-leonesa ha contestado a su presidente. Ahora se abstrae Rivera de haber intervenido, pero bendijo el traspaso. Y atrajo a Clemente con la expectativa de convertirla en presidenta autonómica porque sabía de su popularidad.
Empatizad un poco con ella. Presidía el parlamento regional. Desempeñaba una existencia hedonista. Se jactaba de su carisma y su donosura. Y se le atribuía una carrera de sobresaltos entre el lujo y el nepotismo a la que han puesto freno el pucherazo y la sublevación de la militancia.
Nótese la paradoja. Ciudadanos quería destronar al PP en Castilla y León recurriendo a un emblema de los propios populares. Y ella se avino a cambiar de equipo a costa de la doctrina de la regeneración.
Clemente ni está en el PP ni está del todo en Ciudadanos. Se ha convertido en un fantasma político. Y cuesta imaginarla en una posición gregaria, en un partido hostil. Quizá la mejor solución para ella sea emprender el camino de la puerta giratoria. Siempre se la dejó entreabierta. Que no tenga dudas. Soraya Sáenz de Santamaríaha proclamado la indulgencia plenaria.