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Rubén Amón indulta a los Thunberg: "Son un ejemplo de conversión. Más que caerse del caballo, descarrilaron de la diligencia"

Convengamos que los Fernández son muy amables. ¿Y los Thunberg? Los Thunberg, así se pronuncia, por indicación de un oyente sueco, los Thunberg son bastante excéntricos. Y no tanto por Greta, cuyo azote adolescente provoca la misma adhesión que rechazo. Ni por Beata, la hermana activista-feminista que ha aparecido en la genealogía familiar para quebrantar el heteropatriarcado, sino por los propios progenitores.

Rubén Amón

Madrid |

Un padre, Svante, actor y carnívoro feroz que ahora come bayas. Y una madre, Malena, cantante de ópera que degeneró en concursante de Eurovisión. Quedó 21 de 25. Un resultado muy nuestro, muy español, pero impropio de una nación, Suecia, que acostumbra a instalarse en el podio. Le acusó la prensa de comportamientos histriónicos y de haber elegido un tema fallido.

Proliferan las imágenes de la familia a propósito de la repercusión de Greta. Y casi nos olvidamos del perro de la familia, un golden cuyo silencio y mansedumbre se agradece en una clan en permanente estado de activismo. Te organizan los Thunberg una mani en cuanto te descuidas. Te hacen titubear cuando te preguntan si levitas o trabajas.

Los Thunberg son un ejemplo de conversión. Más que caerse del caballo, descarrilaron de la diligencia. Volaban en avión e iban en coches grandes. Comían hamburguesas de seres vivientes y con alma. Y no es que fueran caníbales, tranquilidad, sino que atribuyen a las vacas y a los cerdos la misma consideración que a los humanos.

Humanos como esta agotadora familia australiana que ha alojado a Greta en el catamarán que la trae a España. Y que la convierte en un fenómeno mesiánico, como si fuera ella la profeta del fin del mundo y como si Le Vagabonde, así se llama la embarcación, fuera el arca de Noé.