Terminaron votando. Y, por los pelos, respaldando la postura de Tito, cuyo chaleco amarillo y megáfono le convierten en un líder más futbolero que sindical. Ha estado cerca de la hinchada ultra del Barça, los Boixos Nois. Y es la bestia negra de los tribunales y de la policía.
Catorce veces lo han juzgado, 14 veces lo han absuelto. Y le han quitado todos los puntos de carnet, aunque no puede decirse que Tito Álvarez fuera un taxista de antiguo pedigrí. Lleva solo cuatro años a bordo de su Seat. Y ni siquiera dispone de licencia propia, pero se desempeña como si el taxi lo hubiera inventado él.
Antes de conseguir que se le bautizara como el mesías del taxi fue soldador, mensajero, camarero y conductor de grúa. Una trayectoria itinerante. Y un perfil militante-ultra que le ha gustado a Ada Colau, madrina de los taxistas de Barcelona porque los considera un símbolo genuino de la ciudad. Y un antídoto a cualquier atisbo de globalización.
Tito Álvarez es compañero nuestro. Me refiero a que protagoniza un programa radiofónico llamado 'El avispero'. No cabe mejor contexto para su actividad de insecto cojonero. Ni mejor manera de trasladarse de Barcelona a Madrid para sumarse a los colegas del foro y acaudillar la revuelta.