Y no porque incurriera en un delito, sino porque expuso toda su negligencia. Quiero decir y digo que aquella entrevista lo inhabilitó, aunque entiendo que hagan falta otras razones más concretas.
Por ejemplo, el desafío infantil al Estado. Y la estupidez con que Torra emula al fantasma de Canterville. Que es un fantasma de Puigdemont ya lo sabíamos, pero la equivalencia con el relato de Oscar Wilde nos la evoca el juego de sustiutir un lazo amarillo por uno blanco, una pancarta por otra.
Es lo que hacía el fantasma de Canterville. Cada vez que los insolentes ocupantes del castillo embrujado borraban la mancha de sangre con que pretendía asustarlos, el pobre fantasma la volvía a pintar.
Hace lo mismo Torra. Y Pedro Sánchez reacciona no reaccionando, pero sí lo hace la Justicia. El escarmiento televisado deljuicio del procésdemuestra que el Estado de derecho neutraliza a los delincuentes.
Torra ha decidido ser uno de ellos a las órdenes de Puigdemont. Se relame en la desobediencia. Quiere que lo inhabiliten para sumarse a los mártites, pero las cadenas que arrastra son tan fingidas como las del fantasma de Canterville.
Bien pensado, la comparación no es correcta. Canterville defendía su castillo de los okupas. Pero en el caso del castillo de la Generalitat, el okupa es él.
Vuelve a ver la entrevista de Carlos Alsina a Quim Torra en Más de uno