Y es probablemente la razón por la que Echenique y los esbirros de Unidas Podemos han decidido poner precio a su cabeza. Otros periodistas estrafalarios o extravagantes forman parte de la cacería, pero Vallés molesta mucho más a Pablo Iglesias.
Porque elabora. Porque tiene un discurso. Porque argumenta. Y porque sus intervenciones editoriales tienen fundamento. Vallés es molesto porque forma parte de los periodistas que crean un estado de opinión sin prestarse a las tentadoras acrobacias mediáticas.
Sostiene Echenique que Vallés comparte con la derecha y con la extrema derecha la frustración de que las cloacas no consiguieran impedir la entrada de Podemos en el Gobierno.
No necesita otros argumentos para desacreditarlo: la guerra ideológica y las cloacas de Villarejo, pero estas conjeturas solo demuestran que Iglesias está nervioso. Y que necesita encubrir sus fechorías en alardes megalómanos.
No puede controlarse Pablo. Ni disimular quién es. Ni lo que pretende. El cargo vicepresidencial debería obligarle a mantener un decoro institucional, pero prevalecen sus pulsiones autoritarias y sus aptitudes inquisitoriales.
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No puede estar más claro. Iglesias quiere presentar el informativo de Vallés. O quiere que lo presente Dina Bousselham.
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