Es el contexto en que Beijing se erige en capital del imperio. Y el motivo por el que su presidente, Xi Jinpin va a ser agasajado en Madrid con todos los síntomas del vasallaje. Bandera blanca y alfombra roja delante del tigre.
Suena el himno de China. Y tributo rendimos a Xi Jinping. Me refiero al tío Xi, pues ya ha alcanzado ese rango de cariño obligatorio, de candor familiar y de fervor propagandístico que las tiranías imponen en el culto a la personalidad de sus patriarcas.
El tío Xi, qué tío, ha sido elevado en el Congreso del Partido Comunista a luminaria del pensamiento. Un rango que hasta la fecha únicamente habían disfrutado Mao Zedong -¿os acordáis cuando se decía Mao Tse Tung y cuando Beijing era Pekín?-, un rango, decía, que únicamente habían disfrutado Mao y Deng Xiaoping, así es que ya tenemos una santísima trinidad que abanica la bandera roja del comunismo.
Del comunismo y del capitalismo, pues Xi Jinping representa la expresión teórica y práctica de un siniestro maridaje entre la ferocidad del libre mercado y las restricciones de las libertades. Han prosperado los súbditos en su economía. Ha aparecido incluso una clase media. Y unas élites, que diría Iglesias, pero no conviene identificar China con un estado aseado.
Se chantajea a los obreros con unas condiciones laborales inconcebibles en cualquier democracia. Y se les somete a una distorsión del confucionismo para inculcarles orgullo en su casta o peldaño de la pirámide, de forma que China es una potencia descomunal en eficacia, demografía, tamaño y estrategia colonizadora. China controla el petróleo de Guinea y el coltán de Bolivia. Tiene la deuda americana y la madera rusa. E, insaciable como es, se ha introducido en el accionariado del Atlético de Madrid.
La conclusión es que Europa ha escrito la historia. Y que empieza a salir de ella, aunque nos cueste admitirlo un año, 2018, en que conmemoramos cien años del final de la Primera Guerra Mundial. Que fue el inicio de nuestro final.
Bienvenido presidente Jinping. Permítame de atlético este homenaje. A la orden.