Y los dos salieron bien parados: Casado, porque consigue lo que quería. Y Sánchez no queda mal, porque demostró flexibilidad. Ahora es un poco más creíble en su deseo de pacto. Disimulando ceder, consigue su otro objetivo, que es que haya cuatro escenarios: el de la comisión política, el de los agentes sociales, el de presidentes autonómicos y el de alcaldes.
Cómo se articula eso, cómo todas las iniciativas se llevan al pacto final y cómo la votación del Pleno recoge las iniciativas de quienes no son parlamentarios es algo que espera concreción. La Comisión tiene una ventaja: el Parlamento exige luz y taquígrafos. Salvo el Pacto de Toledo, será la primera vez que se trabaja un acuerdo con transparencia.
Tiene también un inconveniente general: estas conversaciones requieren, como el amor, sus zonas de intimidad, porque tiene que haber algo de toqueteo y cambalache. Si no existe, se habla más para la galería y se distorsiona el objetivo. Y tiene un problema para el PP: una votación en el Pleno ayuda al gobierno, que para eso tiene la mayoría. El PP solo puede aspirar a ganar la opinión pública.
Conclusión: comienzo alentador, éxito de Casado, e incierto futuro, porque no sabemos dónde está la trampa. Tratándose de políticos y juegos de poder, seguro que la hay.
