Madrid |
Antes, todas son dudas. La más grave es si, como acabas de apuntar, se trata de un referéndum encubierto o si se trata de la astucia de hacer posible aquello que dijo Sánchez: la solución de Cataluña pasa por votar.
La segunda es si estaremos ante un arriesgado precedente de forzar la Constitución para hacer posible cualquier consulta. La tercera es incluso peor: si será posible una mesa de gobiernos, porque la parte que hoy preside la Generalitat dice que no se siente representada en un acuerdo en el que no participó.
La cuarta es que el referéndum regional está previsto para aprobar Estatutos de Autonomía, no acuerdos entre dos, ni la relación bilateral entre gobiernos que, por otra parte, es de dudosa legalidad. La quinta es el alcance de las decisiones: a ver si vamos a estar ante algo que afectará a la unidad territorial. La sexta, cuál es el papel de los parlamentos estatal y catalán: en una monarquía parlamentaria algo tendrán que opinar y decir.
Y mientras tanto, la derecha está incendiada. A ver si el entendimiento entre dos va a romper todavía más el bloque constitucional. Podemos estar fabricando dinamita, cuyo destino suele ser la explosión.