Madrid |
Cambió el panorama con un recibimiento tan afectuoso, que Su Majestad incluye la jornada en los días que nunca olvidará. Meritxell Batet hizo un discurso de cariño al monarca y reconocimiento de la Monarquía. El Rey hizo una frase preventiva ante lo que viene y pidió que España no sea de unos contra otros, mandato que triunfa en la opinión publicada.
Y al final, lo que todos esperábamos con mayor curiosidad: los aplausos. Aplaudir un discurso es algo de manual de cortesía, pero el aplauso de ayer tenía algo de confesión y desagravio después de los exabruptos de los soberanistas. Y creo que la trascendencia de un acto se mide por las fotos que deja.
Y las fotos que dejó la sesión han sido las de los aplausos. Ese Pablo Iglesias que los mantuvo durante los tres minutos, aunque no quería hacerse daño en las manos. Ese Alberto Garzón que pasaba del Ciudadano Borbón al batir de las palmas. Ese Podemos que se dividía entre ministros que aplauden y diputados que callan, pero se levantan. Ese Echenique que habla bien del mensaje real… Disciplina de gobierno, libertad de aplauso. Es un paso.
Me pareció que la política ayer tuvo una pausa de sosiego. Que sea ante la figura del Rey es un buen síntoma. Y ahora, el deseo: que tenga continuidad.