Madrid |
Y, al hacerlo, plantea un conflicto de poderes muy grave, porque pone en duda la preparación, la eficacia y la idoneidad de los jueces, y nada menos que de los jueces del Supremo. Es decir, pone en duda el pilar del Estado de Derecho. Y eso es jugar con fuego. Eso es alinearse con las tesis del independentismo.
Nada viene mejor a un separatista que un gobierno que le da la razón en su teoría de que la Justicia buena es la europea, que además humilla al Estado español. Si Moncloa hace todo esto en términos de estrategia, de reparto de papeles, de rentabilidad política, o de empatía con los negociadores catalanes, puede estar cometiendo su primer gran error. Está constatando que tiene el vicepresidente que temía Pedro Sánchez: el que habla de presos políticos y autodeterminación.
Ante ello, estas son mis conclusiones. Primera: el gobierno, llámese Iglesias o Sánchez, debe reconocer que el bloqueo del Poder Judicial no está provocado por los jueces, sino por los partidos. Y segunda: el gobierno tiene todo su derecho a reformar la Justicia. Pero debe explicar a dónde quiere llegar. Con un debate serio y no a base de provocar un conflicto institucional.
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