La extinción de un partido no la decide otro partido. La deciden las elecciones. Si Arrimadas es superada en Cataluña por Vox y/o el PP, entrará en depresión, pero seguirá teniendo sus diez diputados en el Congreso. Para esta legislatura tiene vida asegurada. Después ya veremos.
Y mientras eso llega, debe disponerse a sufrir un asedio con fuego amigo. Para mí no es noticia que el PP diseñe un asalto a su fortaleza. Lo intentó de palabra, con su llamada al voto útil del centro-derecha. Lo intentó de obra con invitaciones al transfuguismo. Y lo intenta en la intención, al desechar una alianza electoral en Cataluña: quiere el cuerpo a cuerpo para humillar a Arrimadas y su proyecto.
Y Arrimadas tiene un enemigo ambiental peor: la polarización política. Cuando España sufre un claro y creciente enfrentamiento entre bloques, el discurso se radicaliza y los espacios templados se diluyen. Malos tiempos para la lírica centrista.
Sin embargo, y esta es opinión personal, es justo cuando hace falta una fuerza política de discurso sosegado que pueda actuar como hasta ahora actuó Ciudadanos: haciendo posible la gobernación de comunidades, unas veces con el PSOE y otras con el PP. E incluso con el sueño de Arrimadas: ser alternativa para los Presupuestos frente al dominio separatista.
Pero la batalla con el PP va a ser épica. Casado lo quiere deglutir, pero a Arrimadas le queda la llave de los gobiernos de Murcia, Castilla y León y Madrid. Y eso es mucho poder.