Madrid |
Técnicamente, sí. Técnicamente, no es que a la etapa que viene se le pueda llamar estabilidad. Los Presupuestos aprobados son la estabilidad. Pero digo yo que, aunque disguste a Vargas Llosa, habrá que añadir algún adjetivo. Por ejemplo, tensa. Tensa estabilidad.
Porque habrá mucha tensión si los ingresos no permiten el gasto que imponen quienes respaldan las cuentas, que ningún apoyo sale gratis. A ver si se puede hablar de gran consistencia si todos los que votarán esas cuentas siguen jugando a cargarse la Corona, que sí es símbolo de estabilidad.
Y bajando la mirada, a ver cuánto tarda Iglesias en volver a sentirse marginado o Sánchez en sentir su aliento en la nuca. A ver cuánto tiempo resiste el PSOE tradicional, si es que queda, una gobernación marcada por la presión independentista. A ver si el secesionismo termina aquí sus demandas o convierte la gobernación en un sudoku. A ver cómo se impone a Madrid que suba los impuestos para no ser el paraíso fiscal que dice Rufián.
A ver qué efectos tiene el fin del control del gasto de la Generalitat y a qué empieza a destinar el dinero. Y a ver cómo se hace la demolición del cuartel de Loyola sin que se convierta en una fiesta soberanista de expulsión de Euskadi del Ejército español. Son algunos de los problemas, y serios, que se adivinan en el horizonte. Ahora bien, el bloque de respaldo ahora mismo es tan sólido, que ya lo dijimos alguna vez: más que solidez, tiene vocación de eternidad.