Una golondrina no hace primavera. Un día de menos agresividad tampoco hace la calma. A mí, personalmente, me gustó mucho el propósito de Pablo Casado de hacer del Partido Popular "el punto de encuentro de la España moderada". Marcar esa línea produce la ilusión óptica de que el señor Casado intenta volver a la senda de aquel partido "de centro reformista" que tanto se predicó.
España lo necesita y el Partido Popular también. Supongo que tiene algo que ver con la actitud de Ciudadanos, que le puede comer el terreno de la moderación. Supongo que es una estrategia para no parecer lo mismo que Vox. Y supongo que algo han influido las encuestas que ponen al PP a la cabeza de quienes provocan la crispación.
Pero girar hacia el pacto y la moderación no depende solo de la voluntad de Casado. Depende de la provocación de los demás. Es muy difícil ser cortés cuando insultan a tu madre. Y las madres en este caso son las acusaciones de Podemos de que el PP y Vox propician un golpe de estado. Son las maledicencias de Sánchez que ayer mismo, mientras el PP votaba el ingreso mínimo vital, acusaba a los conservadores de usar la crisis sanitaria para derribar al gobierno. Es el ministro de Justicia que anuncia que estamos en una crisis constituyente, abierta, si la hay, de forma unilateral. Y es el rechazo silencioso y displicente a los pactos que Casado volvió a ofrecer. El entendimiento, como el amor, es cosa de dos. Y, si se cuenta a Podemos, es cosa de tres.
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