Es el balance de un quiero y no puedo. Es la recreación de una fecha mítica y falsa del día en que, para los independentistas, el pueblo habló, pero de nada le sirvió porque todo era ilegal. Y es vivir en un bucle melancólico de lo que pudo ser y no fue, se intentó cumplir y terminó en el 155, los líderes en la cárcel y un presidente a la fuga y en la fuga continúa.
Y en medio, un Rey que defendió e instó a defender el Estado de Derecho y defender eso en la mitad de la Cataluña política es una insolencia intolerable, como Torra demostró con sus desplantes. Y ahora esa misma mitad de Cataluña que no quiere ningún símbolo de unidad, y el rey es el principal, vive la esquizofrenia de querer marcharse de España y querer influir en la política de España; desligarse de España, pero hacer los Presupuestos de España.
Quiere irse, pero le da miedo irse. Quiere romper vínculos, pero quiere ser el socio prioritario del gobierno de la nación. Necesita a España para su decaída economía y España necesita a Cataluña. Y así andan, en el orteguiano conllevarse, con altibajos, con amores y desamores, con intentos de diálogo y negaciones al diálogo y nunca falta un inhabilitado que vive soñando con convertir en realidad lo ya soñado aquel 1 de octubre.
El balance es, pues, mitad melancolía, mitad esquizofrenia, mientras cada vez más gente se pregunta qué hay de lo suyo, porque Torra no lo atendió. Y todo sigue pendiente de cómo evolucione una opinión pública partida por la mitad.