Madrid |
El Pedro Sánchez gloriosamente entrevistado por Alsina acaricia tímidamente, para no asustar, la nación de naciones, pero haciéndolo por arte de magia, sin tocar la Constitución, quedándose en el término nacionalidades, ese chicle que se puede estirar o encoger, según seas nacionalista o españolista. Asume la doctrina socialista del federalismo, pero como solución mágica para perfeccionar el Estado de las Autonomías.
Quizá para resucitarlo, ahora que algunos catalanes dicen que ha muerto. A falta de mayor concreción y menos funambulismo, supongo que Sánchez piensa en un federalismo aguado, no sea que lo confundan con el Estado confederal; un federalismo clínex, que se usa en campaña y después se tira; un federalismo del ya veremos, no sea que nos lleve a tener 17 estados y los barones se conviertan en jefes de estado; un federalismo lampedusiano de cambiar para que nada cambie.
Mejor dicho: de decir que se va a cambiar a ver qué se pesca en el mar de los votos, para seguir después en el mismo lugar. Con esta confusión iniciamos la campaña electoral. Para digerirla en diez días, como patos del foie gras. La culpa es de Alsina, por preguntar.