Estamos en un momento crucial en que millones de personas en Europa y en España planifican sus vacaciones. Otros países han abierto ya sus puertas. Quedarse atrás en esa carrera significa perder visitantes e ingresos y agravar la crisis, ya descomunal, del sector. Decir "España te espera" y fomentar el turismo interior parece una de las tareas más urgentes que se puedan acometer.
La otra hipótesis, la de dificultades para negociar una nueva prórroga quizá sea real, pero lamentable. No la descarto después de todo lo visto en el acuerdo con Bildu y la actitud de los partidos que se oponen, pero digo: que haya que adelantar el final de la alarma porque hay dificultades para sacar adelante el último decreto sería una confesión de debilidad del Gobierno, de ineptitud para acordar algo elemental y de incapacidad de la oposición para un último ejercicio de generosidad. Y dicho eso, espero y deseo que la razón fundamental sea la sanitaria. Es decir, que el virus esté conjurado y que el peligro de contagio sea mínimo, aunque se puedan producir brotes puntuales.
Si se abre España al turismo o se fomenta la movilidad interna y eso sirve para que vuelvan los contagios, no solo no se habrá resuelto el problema, sino que se habrá agravado ante el futuro. España habrá perdido confianza como país. Dicho en román paladino, habremos hecho un pan como unas tortas.
