Madrid |
Dicho en términos de ultimátum, o alarma o vacío y el vacío no puede ser aceptado como alternativa. Hay juristas que sostienen que se pueden obtener los mismos efectos con la Ley General de Salud Pública, pero es comprensible que Pedro Sánchez no acepte esa humillación, porque humillación sería cambiar de hoja de ruta por rechazo de la oposición.
Y esa oposición tiene también sus obligaciones. No se trata solo de demostrar la debilidad del gobierno. Se trata de no dejar al país sin instrumentos legales frente a la crisis sanitaria. Se trata de que los ciudadanos tenemos derecho a saber qué se nos ofrece a cambio.
Derrotar al gobernante es una tarea del aspirante. Pero eso es así en tiempos de bonanza. Cuando está en juego una epidemia que ya costó 25.000 muertes y cuando se anuncia un desolador panorama económico y social, no basta con decir que el gobierno es un desastre, que quizá lo sea, sino qué se ofrece a cambio.
Tan mala es una defectuosa gestión de la crisis como la ausencia de alternativa. Y la alternativa hoy no es solo tener un buen candidato y un buen argumentario crítico, sino que nos diga a dónde nos quiere llevar.
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