Los procesos electorales tienen estos escalones. Primero, la intención, que son las encuestas; después, la ejecución, que se hace en las urnas, y después las matemáticas, que son las que deciden. Los que suman y son coherentes o forman matrimonio de interés, gobiernan. Y en este país hemos visto tantos juegos malabares con la matemática, que todo es posible, incluso lo que hoy parece improbable.
Sobre lo que me preguntas: hoy por hoy, los independentistas están tan enfrentados que parece difícil su convivencia en el gobierno. Hoy por hoy, insisto. El día después de las elecciones será otra historia: las cosas se plantearán entre tener el poder o perderlo. Y aquí no quiere dejar la poltrona ni el mayor de los derrotados.
Si la suma de los partidos soberanistas hace mayoría, que Illa se olvide de su victoria: sería un Arrimadas/2. Y si no hacen mayoría, vamos a ver si apoyan a un constitucionalista como Illa. Para un buen independentista entregar el mando a uno que habla de España es una especie de traición a sus bases y a sus creencias. Pero todo esto que digo, como comprenderán, es hablar por hablar y porque me lo pregunta Alsina.
Cualquiera de los candidatos puede decir hoy aquello de que le quitaría el sueño a él y a siete millones de catalanes tener en el Consell a cualquiera de sus adversarios y al día siguiente llevarlo ante el altar. O sea, que lo que dicen en mi tierra: por una parte ya ves y por otra qué quieres que te cuente, querido director.