Y es ocultarla en el debate en un descomunal homenaje al oscurantismo. Y es rectificar horas después, a la vista de su alarmante impacto en la opinión. Y es carecer de la mínima sensibilidad para premiar o blanquear al partido que ese mismo día criticaba, pero no condenaba el atentado contra el domicilio de la secretaria general del Partido Socialista en el País Vasco, qué bajada de pantalones.
Y es regalar protagonismo al partido que competirá con el PNV el 12 de julio, cuando el PNV es siempre el apoyo necesario, discreto y moderado de este gobierno en las dificultades. Y es regalar al independentismo vasco la mejora de financiación de Euskadi y Navarra. De Navarra, la joya de la corona de los sueños separatistas de Bildu. Y, limitándonos a la reforma laboral, la contrarreforma es hacer lo contrario de lo que requiere el momento económico del país. Es introducir otro factor de duda, de incertidumbre y quizá de miedo para espantar todavía más al inversor.
Todo esto solo se puede entender como fruto de una obsesión enfermiza: la que el pueblo traduce como "ave que vuela, a la cazuela". Es decir, cazar un voto, cualquier voto, para aparentar que se mantienen los apoyos. Reduzcamos los noes y la gente creerá que lo hacemos bien. Lo dicho: una gilipolluá.
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