Y cuando voy a cultivar la morriña, siempre hay alguien que me dice que mueren más paisanos que nacen y los que nacen, nacen con un chip que les invita a marcharse. ¿Tan difícil es fijar la población?, me preguntas. Y yo te respondo que no debiera serlo, siempre que se rompa el círculo vicioso del destierro: la gente se marcha por falta de incentivos y los incentivos no llegan porque la gente se marcha.
Ahora ha llegado el momento de la revuelta, el momento del hasta aquí hemos llegado. Veo tal coincidencia entre los ciudadanos que reclaman y los políticos que prometen, que digo: ahora sí, ahora hay el clima de solución. Pueblo y clase política están diciendo lo mismo, esto se tiene que resolver.
Pero hay otra coincidencia que fomenta toda sospecha: ese clamor, esa sociedad civil que sale a la calle coincide con la busca política del disputado voto del señor Cayo, porque la victoria electoral se decide en la España despoblada y abandonada. Nunca hubo más España rural que agoniza ni tanto acercamiento a sus pueblos para conquistar su voto.
Y no sé distinguir, pobre analista, dónde está la triquiñuela para conseguir un escaño barato, barato, y dónde el auténtico compromiso de socorro. De momento se ha conseguido crear inquietud. Para creer en las soluciones, habrá que dejar pasar el teatro electoral.