Me gustaría responder que no, porque la duda permanente, sistemática, de si el líder de un partido puede caer por cualquier traspié habla de su debilidad. Pablo Iglesias fue humillado en Galicia y el País Vasco, Podemos tiende a la baja en todas las encuestas, pero no se discute su liderazgo.
La crisis en la cabeza parece un patrimonio de la derecha y el centro-derecha. En este momento perder en Cataluña es algo que está en el guion. Pero ser rebasado por quien le discute el electorado sería, sin duda, un golpe muy demoledor. Y no solo para Casado, sino para todo el PP.
El liderazgo de la derecha es uno de los valores en juego este domingo en Cataluña. Y las consecuencias del sorpaso no las deciden ni el señor Casado ni su partido. Las deciden las opiniones pública y publicada, cuyo dictamen es el que determina el futuro.
Y también, no nos engañemos, el Partido Socialista y el gobierno de la nación, cuya estrategia, ya descarada, pasa por favorecer y promocionar a Vox, porque así divide más a quien le puede arrebatar el poder en unas elecciones generales y porque la amenaza de Vox es un regalo para una campaña electoral.
Decir que viene Vox no es lo mismo que blandir el fantasma de que viene la derecha. Quiero decir con ello que lo de menos es que peligre Casado. Lo trascendente es que peligre también la primogenitura del Partido Popular. Y si peligra su primogenitura, peligra su razón de ser. Y Bárcenas, avivando el incendio. Al PP no le falta de ná.