El relato que acabas de hacer sería cómico, si no fuese un retrato descarnado de lo que es el Estado español. Un país, un Estado, que no sabe qué hacer con una decisión judicial, ni cómo se hace cumplir, ni quién la hace cumplir, ni qué es lo que hay que cumplir, es una caricatura de Estado.
Lo del presidente Aragonés diciendo que el catalán en la escuela no se toca podría ser una chulería patriotera, si no respondiera a un instinto de insumisión. La barricada ideológica contra los tribunales es la respetable consideración del idioma como seña de identidad nacional, pero no deja de ser una barricada. No aceptar ni un punto de más castellano en la escuela es aldeanismo cultural.
Que la Justicia se pronuncie es considerado una derrota en un país donde todo se plantea como combate y a lo peor lo acaba siendo. Que el Gobierno renuncie a pedir el cumplimiento de las sentencias está entre la cobardía y la necesidad de aparecer como la buena gente que entiende la singularidad catalana.
Respecto a la petición del PP de un 155 educativo, solo se le puede hacer una pregunta: ¿por cuánto tiempo, señor Casado? ¿Por un curso? ¿Por veinte? ¿Quizá por cien años? Y a Colau la entiendo perfectamente: el populismo es presentar soluciones fáciles para problemas complejos; quien quiera aprender castellano, que lo pague. Con el castellano que ella conoce tiene bastante para proclamar a Yolanda Díaz presidenta del Gobierno y líder mundial. Para qué quiere más.