O sea, que me estás pidiendo que haga un spoiler. Es decir, que revele el final de esta película. Acúsame de rebelde o de insumiso, pero no lo quiero hacer.Si lo hago, echo por tierra la esencia de la política española, que es justamente esta: Sánchez promete una cosa, llega a pactarla, tropieza con la realidad, no la confiesa, pero anula lo pactado.
El desarrollo de la película se basa en la intriga: ¿por qué Sánchez no cumplió con la cuota del catalán en las series?¿Lo han amenazado Netflix y HBO? ¿No se puede imponer nada a una expresa extranjera? ¿Para qué sirven entonces las leyes nacionales? Sobre esos interrogantes se esperan torrentes de artículos, sesudas tertulias, abigarrados pronunciamientos.
Después viene el suspense: ¿Se rendirá Sánchez? ¿Será Rufián quien se rinda? ¿Se arriesgará Sánchez a no tener esos Presupuestos, los más justos, los más sociales, los más benefactores, la clave de su continuidad?
No le quitemos emoción a ese desenlace, querido Alsina. No le hagamos un spoiler. Anunciemos simplemente, como Rajoy cuando habla de Casado y Ayuso, que la sangre no llegará al río. Si no se puede pagar con Netflix, se pagará con euros. Pero el suspense debe llegar hasta el final.
Así es la política de este país: no saber ni qué ocurrirá con las cuentas del Estado. Con un ingrediente fundamental: la desproporción. No puede haber desproporción mayor que cientos de miles de millones pendientes del 6 por ciento de las series en catalán.