Pues a este interpelado comentador le parecen varias cosas. Le parece que toda sentencia es criticable, con lo cual los ministros y sus cómplices están en su sagrado derecho de ejercer esa libertad. Le parece también que Vox hace lo que haría cualquiera, que es explotar el éxito político, aunque también debiera explicar por qué defendió el estado de alarma y después recurrió contra él. Le parece que, cuando el Tribunal está tan dividido, lo más normal del mundo es que provoque la misma y apasionada división de criterios en la clase política y en la sociedad.
Y, como última consideración, le parece que lo escuchado ayer da una idea aproximada del respeto que existe a las instituciones en este país. Sólo gustan las decisiones o sentencias que coinciden con el gusto de quien las comenta. De lo contrario, son injustas, malintencionadas o politizadas. El gobierno zarandeado tiene derecho a defender lo que hizo, faltaría más. Pero ayer se demostró la poca diferencia que existe entre independentistas y constitucionalistas a la hora de recibir un palo de un alto Tribunal.
Su primera reacción es descalificar a la institución, como hizo Echenique al llamarle “Voxtitucional”. Algo parecido se está haciendo con el Tribunal de Cuentas. Y algo similar se viene haciendo con el Consejo del Poder Judicial, aunque sea por otras razones. Este tipo de actitudes políticas tienen un fondo autoritario con un clarísimo y peligroso perjudicado: el sistema institucional.