Yo creo que esto no va de tutelas ni tutías, como decía el abuelo Fraga. Esto va, por una parte, de cuento del dentista, “no no vamos a hacer daño”. Por otra, va de historia de cariños.
No había más que ver anoche la cara de Isabel, que rebosaba felicidad por los afectos recibidos del galán Feijóo. Doña Isabel era el contento en persona, que llevó su plenitud al plató de Pedro Piqueras y lo irradió por la calima como triunfadora; pero no como triunfadora sobre Feijóo, sino sobre el derrotado Pablo y su fiel Teodoro.
Allí estaba, sonriente, que solo en la última noche electoral se le había visto sonrisa de tan larga duración. Y esto va, finalmente, de matrimonio de interés, que es el que dura. Feijóo siempre ha sido de Ayuso, por sus genes de ganadora. En el conflicto del hermano, estuvo contra quien lo denunció. Y Ayuso siempre ha sido de Feijoo por idénticas razones.
Se quieren, además, porque se necesitan. Feijóo necesita en Madrid una presidenta y después una candidata que dé votos. Por eso le entregó el título de “principal activo territorial del PP”.
Ayuso necesita en Génova un presidente que no le haga la puñeta. Cargarse a Ayuso, con el tirón que tiene, sería suicida. Estar contra Feijóo, con el prestigio que arrastra, sería inmolarse. Todo es de gran sentido común mientras dure.
Así que, querido Alsina, en lo que me planteas de la tutela, se tutelan a sí mismos tutelándose los dos. Isabel tutela a Ayuso y Alberto tutela a Feijóo.