Es una forma generosa de verlo. Pero es mucho peor que enmendar la plana a los padres de la democracia. Esta forma de meter la cuchara en la Ley de Amnistía es, por parte del PSOE sanchista, el modo de aprobar una ley y mantenerse en el poder al precio que sea; aunque ese precio sea romper ese pacto, ese abrazo de reconciliación de los españoles que fue la transición.
Recordemos que todos y cada uno de los hechos de esa Transición abrieron casi medio siglo de convivencia pacífica después de una historia aciaga de espadones, marginaciones, sufrimientos y exilios. Esa gloria histórica, con todos sus defectos, pero con todas sus grandezas, es pisoteada ahora por el oportunismo de quienes defienden la memoria democrática al mismo tiempo que la desconocen o la vuelven obscenamente partidista.
Claro que hubo crímenes franquistas, como los hay en todas las dictaduras. Claro que es lícito reclamar que se repare a las víctimas. Cuestión distinta es la ficción de someter a juicio penal a responsables que no existen porque han muerto.
Como los promotores saben que eso no es posible, lo que buscan es otra cosa: poner a la Transición y al sistema constitucional en el bando de los criminales del Franquismo. Es una clarísima intención. Y eso es un atentado contra la convivencia.
Es echar sal en las heridas. Es una apuesta por la confrontación. Y es un revisionismo lleno de un rencor que lo padres de los actuales políticos habían convertido en concordia y conciliación.