Lo peor de anunciar un cambio de ciclo es que ese cambio sea un espejismo y, con los debidos respetos al selo Casado, todo puede ser un espejismo cuando faltan más de dos años para las elecciones. Y además, Pedro Sánchezno lleva tanto tiempo en el poder, aunque al PP le parezca una eternidad, como para poder hablar de ciclo.
A fecha de hoy, lo que tiene el señor Casado es el beneficio de la euforia propiciada por Isabel Díaz Ayuso, que no es poca cosa. Y, a juzgar por las dos primeras encuestas que se publican, empieza a tener a favor a la opinión pública. No es que una mayoría apabullante le prometa su voto, pero sí es la suficiente para sacar pecho, colgar los resultados en Génova y presumir de que va por delante de Pedro Sánchez. Como esto no se había conseguido hasta ahora y además parecía improbable que se consiguiera tan pronto, la obligación del PP es celebrarlo. Mal partido sería si no lo hiciera y si no hiciese declaraciones en las que califica el cambio de ciclo como “imparable”. Si no lo dice él, no se lo van a decir desde Moncloa o desde las filas de Unidas Podemos y los independentistas.
Por lo tanto, yo creo que no se precipita; hace lo que tiene que hacer. Si un político tiene el viento a favor, lo menos que puede hacer es aprovecharlo. Si después no sale, no salió. Pero mientras tanto, el señor Casado vive un tiempo de felicidad. Como dicen en mi tierra, “a bajar siempre hay tiempo”. Incluso a bajar de las nubes.