Querido director: ¿cómo voy a dudar del amor al consenso del presidente? Sánchez y consenso son sinónimos. Fíjate la cantidad de acuerdos sociales que firmó. Fíjate en su propia mayoría: una docena de siglas, que obligan a una constante y esforzada negociación, con sus correspondientes renuncias a principios y convicciones.
Lo que ocurre es que son todas de un lado, incluso excluyentes, pero no siempre es culpa suya. Es que sus socios, tan celosos, se plantan y no dejan participar ni a PP, ni a Ciudadanos y de Vox ni se habla. Pero son los socios, Alsina, los socios, no el pactista Sánchez.
Ahora verás la foto histórica: Belarra, Rufián y alguien de Bildu firmando con quien sea del PP e Inés Arrimadas. ¿Y si no sale? No pasa nada: entra en juego la razón económica que dice Feijóo.
A ver si me explico: hoy se publica que el Estado ingresa 250 millones extra cada mes por el mayor precio de la energía. Una pasta. Y ahí sí que tengo dudas.
Empiezo a pensar que el consenso es una buena disculpa para retrasar la rebaja fiscal. Dos semanitas de diálogo, funcione o no funcione, son 125 millones extras. Lo cortés del consenso no quita lo valiente de su fracaso.
Lo mismo Sánchez encontró la solución mágica: se presenta como dialogante, no puede conseguir el consenso por lo complejo de Frankenstein, gana quince días para mantener ingresos y queda como el gran hacedor de la rebaja. En ese momento habrá aparecido un nuevo Sánchez: Sánchez, el benefactor.