Sinceramente: ocurrió todo según lo previsto y según lo temido. Según lo previsto, salieron en grupo para cuidar el efecto visual. Según lo previsto, sacaron su tradicional pancarta de “Freedom for Catalonia” en inglés. Según lo previsto, se les hizo un recibimiento fervoroso de familias y amigos con muchos abrazos post-covid y muchos aplausos indepes. Y según lo temido, no hubo ningún saludo a la convivencia en que se basa su indulto, ninguna alusión a la concordia, ningún gesto a la generosidad de Sánchez.
Salieron en libertad invocando la represión. Sánchez no les dio el indulto, sino que lo ganaron. El Estado no es generoso, sino débil. Convirtieron un acto de perdón en una victoria ganada por la presión social y europea al Estado opresor a cuya celebración asiste, faltaría más, el representante del Estado opresor, don Pere Aragonés.
Ninguna sorpresa. Salir de la cárcel con ese tono desafiante y esa exigencia de referéndum y amnistía estaba en la hoja de ruta. Malos independentistas serían si hicieran otra cosa. Intuyo cómo se vieron las escenas en muchas casas de España. Me intriga cómo lo habrá visto el señor Sánchez en su residencia, si también lo tenía descontado y si habrá sentido alegría, emoción, una leve o una profunda decepción o si habrá apagado el televisor. Y es pronto para decir si el presidente se ha tirado y nos tiró a todos a una piscina sin agua. O algo peor: a una piscina en la que nada un tiburón.