No diré que la Diada ha sido fría hasta mañana por la noche, cuando se haga el recuento y veamos la foto aérea de la multitud. Ahora bien: si la gente dice que esta Diada no va a ser lo que fue, es probable que se cumpla el pronóstico.
Digamos que la medida estará en la cifra mágica del millón de asistentes. Añadamos que, efectivamente, no se perciben ni el entusiasmo ni el desafío de tiempos más convulsos. Y concluyamos que la cosa debe estar casi helada cuando la ANC no efectuó inscripciones previas. En anteriores ediciones, a estas horas se conocía el número de inscritos, y apabullaba.
Me preguntas por las causas posibles, y no puedo ser original. Hay cansancio social de las idas y vueltas del procés, que nada consiguieron. Hay división de los partidos indepes, que tienen desorientados a los votantes y a los propios militantes. Está poco activa la citada ACN, convocante de siempre, que parece haber perdido fuelle desde el cambio de dirección.
Influyen los indultos, porque no es lo mismo movilizar al independentismo con sus líderes en la cárcel que con sus líderes en libertad. Preside Aragonés, que no es un Torra ni un Puigdemont y siempre parece recién salido del congelador. Y no descartemos la ley casi biológica según la cual a periodos de gran excitaciónsuceden periodos de quietud.
Y sumado todo esto, sale la explicación del cómico: “si hay que ir se va, pero ir pa ná es tontería”. No es muy científica, pero sospecho que bastante real.