Supongo, director, que la representatividad deComisiones y UGT, igual que la de CEOE y Cepyme, no se debiera discutir. Si valieron para los otros once pactos sociales que hubo estos dos años, también debe valer para la legislación laboral.
Pero claro: la reforma de Díaz es mucha reforma, tenemos un Estado autonómico, en ese Estado hay fuerzas políticas independentistas que, sobre todo en el País Vasco, tienen fuertes raíces sindicales y esas fuerzas quieren participar.En su territorio mandan ellos, esa es su filosofía, y las organizaciones de ámbito estatal son como Putin ante Ucrania: invasores.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es que, abierta esa vía de reclamación, ya no hay techo. Aparece un personaje como Otegi y plantea la reforma laboral literalmente como “un examen de la plurinacionalidad del Gobierno” y ataca esa reforma como “una clara imposición al ecosistema político y sindical vasco”.
A eso se suma Pere Aragonés, que reclama que se devuelvan los poderes que la reforma Rajoy quitó a la Generalitat. Y en Galicia, el BNG y la CIGA arremeten contra el poder de la CEOE. El renacimiento de Galeuska en la cuna sindical.
Un nuevo frente, el frente soberanista. El primer desafío serio del año. Y enfrente, es decir, entre los autores del pacto, la filosofía justamente contraria: la para ellos sagrada unidad del mercado. También del mercado laboral. Una cuestión de Estado. Y ni así el Partido Popular se aviene a votar el decreto-ley.